Arquitectos Peruanos


Enrique Seoane Ros


Enrique Seoane Ros nació en Lima el 12 de enero de 1915, hijo de don Buenaventura Seoane García, destacado diplomático y político en tiempos de Leguía, y de doña Rosario Ros. Tercero de siete hermanos, Enrique desde pequeño demostró un gran interés por dibujo y el arte.

Inició sus estudios escolares en el Colegio de la Inmaculada, de los padres jesuitas, en la Av. La Colmena, en Lima. Por razones de trabajo de su padre, tuvo la oportunidad de viajar al interior del país: Ayacucho, donde su padre asistió para la conmemoración del Centenario de la Batalla de Ayacucho, y Arequipa, donde su padre fue prefecto por casi dos años. Concluyó sus estudios escolares hacia fines de los años treinta.

Estos primeros quince años de Seoane coinciden con una serie de intervenciones y reformas urbanas en la ciudad de Lima, lo que le permitió vivir la transformación de la urbe. El colegio donde estudió, por ejemplo, se ubicaba en una de las nuevas arterias de la ciudad, pues la Av. La Colmena no correspondía con ninguna calle del trazado virreinal, sino que se abrió cortando una serie de manzanas o islas. En 1921 se inició la construcción de la entonces denominada Av. Leguía (hoy Av. Arequipa), la Av. Progreso (hoy Venezuela) se concluyó en 1924, año en el que se construyen las edificaciones alrededor de la Plaza Dos de Mayo. Se desarrollan nuevas urbanizaciones como Santa Beatriz en 1922 y el Country Club.

La presencia del automóvil permitió un desarrollo nunca antes visto en Lima, y plantea el reto de intervenciones nuevas con un sistemas constructivos ajenos a la tradición, nuevas edificaciones y nuevas propuestas formales. En lo relativo al lenguaje formal de estas nuevas propuestas, el estilo oficial imperante es el de la Arquitectura Académica liderado a nivel internacional por la Academia de Bellas Artes de París, cuyo ejemplo más representativo en Lima es sin duda el Palacio de Gobierno. Arquitectos formados en la propuesta académica habían llegado a Lima en las primeras décadas del siglo XX, y sus obras comenzaban a apreciarse en Lima, en algunos casos en los límites de la ciudad, en otros en áreas más consolidadas, pero siempre en una secuencia y continuidad en la construcción de una ciudad coherente. Obras que debió apreciar Seoane en su infancia y juventud, pues vivió parte de este periodo de su vida en el centro de Lima , fueron las de Ricardo de Jaxa Malachowski, arquitecto polaco formado en París y que, que diseñó el edificio Rímac construido entre 1919 y 1924, las edificaciones en torno a la Plaza Dos de Mayo, de 1924, el Club Nacional en la por entonces nueva Plaza San Martín, el Banco Italiano, de 1929, además del palacio de Gobierno y el palacio Arzobispal (entre 1919 y 1924), donde trabajó conjuntamente con el francés Claudio Sahut. También debió conocer el joven Seoane las obras de Rafael Marquina, arquitecto peruano que estudió en Cornell y cuya formación académica se refleja en los proyectos de la Estación del ferrocarril de Desamparados, el Hospital Loayza, el Hotel Bolívar y los portales de Zela y Pumacahua de la moderna Plaza San Martín. Por la misma época, sin embargo, y quizás bajo la influencia de los movimientos mexicanos de inicios de siglo, se da en el Perú una reivindicación de los temas autóctonos en el mundo de la pintura y escultura con la corriente indigenista, de la que son importantes representantes José Sabogal, Camino Brent, Jorge Vinatea Reynoso y Julia Codesido.

Esta recuperación de lo indígena como fuente de inspiración tienen su correlato en las propuestas de una arquitectura "peruana" que tendrá distintas versiones y en ello distintas motivaciones, pero siempre basada en lo local como fuente de referencia. En 1920 llega a Lima el escultor español Manuel Piqueras Cotolí, quien propone una arquitectura con diseños donde se conjuguen los motivos prehispánicos y coloniales.

La fachada de Escuela de Bellas Artes, terminada en 1924, y el proyecto para la basílica de Santa Rosa de Lima (con el Arquitecto Héctor Velarde) son excelentes manifestaciones de esta propuesta. De otra parte, y con orígenes distintos, surge una arquitectura que va a tener una mayor difusión y demanda, y que es la que se basa en un eclecticismo historicista de motivos virreinales. Los habitantes de nuevos barrios de Lima como San Isidro encargarán una serie de casas con motivos evocadores de un glorioso pasado colonial, mientras que en el centro histórico numerosos edificios representativos optarán por esta propuesta, inicialmente como una variante en cuanto a motivos ornamentales y compositivos de la arquitectura académica (es el caso del Palacio Arzobispal o el Hotel Bolívar, ) para posteriormente adquirir un carácter mas autónomo, como en el caso de las propuestas del concurso para la remodelación de la Plaza de Armas en 1939.

El neocolonial, en otra vertiente un tanto menos académica y más pintoresquista, se relacionaría en sus orígenes con las influencias de la arquitectura californiana basada en el denominado Misión Style norteamericano, y tendría su primera manifestación en la Casa Fari, de1911, proyectada por Rafael Marquina cerca de Chosica. En esta variante estaría una de las obras paradigmáticas del nuevo distrito de San Isidro, el Country Club.

En todo caso, rápidamente esta vertiente derivó en una apropiación de los motivos virreinales para crear una arquitectura que, como el neoperuano, ofrecería una continuidad histórica con el pasado, una alternativa local a los eclecticismos y academicismos de índole netamente europea, y una identidad local a la arquitectura del siglo XX en el Perú. Es en este ambiente de cambios, de gestación de una arquitectura de raíces peruanas, y con la posibilidad de conocer la riqueza de otras ciudades como Ayacucho y Arequipa, en el que crece y desenvuelve su infancia y primera juventud Enrique Seoane Ros.

En 1934, ingresa a la Escuela Nacional de Ingenieros, cuando era director el Ing. Enrique Laroza. En 1938 concluye sus estudios en la especialidad de Arquitectura donde se obtenía el título de Arquitecto-Constructor. Por entonces la formación de los estudiantes de la especialidad en arquitectura (en 1937 solo 11 estudiantes de Arquitectura de un total de 189 matriculados en la Escuela) se basaba principalmente en el estudio de los órdenes clásicos y de los estilos, incluyendo algunos bastante distantes de nuestra tradición, como el "tudor". Asi lo describe el mismo Seoane cuando escribía en El Arquitecto Peruano (revista creada el año anterior por el Arquitecto Fernando Belaúnde Terry) acerca de cómo se enseñaba arquitectura en la Escuela.

Al respecto dice que se produce Dibujos de láminas de la Arquitectura Clásica hasta comenzar el segundo año, en el que siempre manteniéndose dentro de esta arquitectura ya se les permite trabajos de composición". Eran por entonces docentes en la escuela los arquitectos Rafael Marquina, Ricardo de Jaxa Malachowsky y Héctor Velarde, y en artes don Germán Suárez Vértiz, quienes llevaban los cursos de la especialidad.

En 1938 se dio una mayor importancia al conocimiento de la historia de la arquitectura local, y se creó un curso de Arquitectura de la Colonia, luego de una serie de visitas dirigidas por don Rafael Marquina a diversas iglesias y conventos virreinales. Seoane se distinguió siempre como estudiante destacado por su destreza en el dibujo, su conocimiento de los estilos, dominio de la composición y habilidad para el diseño. En 1937 Seoane inicia sus practicas preprofesionales en la oficina de Guillermo Payet, donde estará hasta el año siguiente, cuando pasa a trabajar con los arquitectos Álvarez Calderón y Emilio Hart- Terre, quienes compartían una oficina en la Plaza San Martín. Con ellos participó en los proyectos de diversas residencias y en los concursos de los Hoteles de Turistas de Cusco y Arequipa, ambos en estilo Neocolonial que tan bien dominaban los socios de la oficina y en el que Seoane supo también trabajar con destreza y comodidad.

En julio de 1939, a medio año de haber egresado de la Escuela Nacional de Ingenieros, y con 24 años de edad, Seoane ingresó a trabajar a al firma GRAMONVEL, donde permanecería por cerca de cinco años hasta marzo de 1944. Si bien las corrientes estilísticas que buscaban una arquitectura de inspiración local habían comenzado a desarrollarse con entusiasmo en los años veinte luego de algunas propuestas iniciales anteriores, en los años treinta aparecen en Lima otras proposiciones formales tomadas del contexto internacional. Es el caso del Art Deco, cuyos pioneros en Lima fueron Augusto Guzmán con los edificios Aurich y Aldabas, en pleno centro de Lima, y los hermanos Haaker Fort, con un conjunto de viviendas en Santa Beatriz.

En ambos casos se propone volúmenes de claridad geométrica con acentos decorativos predominantemente de temas geométricos y líneas rectas; no se recurre al lenguaje clásico de columnas y entablamentos, arcos y frontones y mucho menos al ampuloso sistema decorativo barroco que caracterizó la ornamentación arquitectónica de nuestras ciudades.

El resultado son construcciones que, si bien cuentan con su propio sistema decorativo, aparecen como volúmenes de clara definición geométrica con acentos decorativos más bien focalizados, pero siempre volúmenes desprovistos de la tradición ornamental clásica académica. En ese sentido, el Art Deco, geométrico en su composición volumétrica, lineal en sus formas y alejado del repertorio clásico de la arquitectura (además de ser una alternativa formal más para las nuevas tipologías arquitectónicas que aparecen a fines de los años 20 como son los edificios de departamentos, oficinas, y viviendas en nuevas urbanizaciones) puede ser relacionarlo con la arquitectura racionalista -de la que es opuesta en cuanto al tema de la presencia de ornamentación- que se da en ese momento en Europa.

Una propuesta, sin embargo, que podría considerarse próxima al Art Deco como al racionalismo es la que, con preferencia por las formas más bien curvas, su búsqueda de la funcionalidad, y un lenguaje formal muchas veces tomado directamente de la arquitectura naval (acaso una interpretación literal y directa de la admiración que Le Corbusier manifiesta por los modernos paquebotes) de ventanas redondas, carpintería metálica y barandas de tubos, se denominará en el Perú "estilo buque". Ejemplos de esta arquitectura racionalista o "estilo buque", considerada por muchos precursora de la arquitectura moderna en el Perú, son las numerosas casas y quintas diseñadas por Augusto Guzmán en 1934 y 1938 fuera del centro de Lima, asi como el mercado de Miraflores, los barrios obreros de La Victoria y del Rímac, proyectados por Alfredo Dammert entre 1936 y 1937, de clara influencia racionalista alemana, el edificio Raffo de Guillermo Payet en la Av. La Colmena, de 1938, y algunas obras de Héctor Velarde -profesor de Seoane- como la Casa Ulloa en La Punta (1936) y los baños de Miraflores de 1937.

Todas estas obras, como aquellas del Neocolonial, habrían de influir en la creación de un imaginario formal para el joven arquitecto Seoane. Se debe mencionar que una serie de otras propuestas estilísticas se van dando igualmente en la ciudad. Algunas matizan propuestas diversas, como aquellas que recurriendo a cánones clásicos de composición (volúmenes simétricos, gran portada central con columnas y escalinata, composición de basamento cuerpo y coronamiento, etc.) prescinden totalmente del lenguaje clásico de la arquitectura (columnas, entablamentos, arcos) para optar por uno más bien geométrico y "racionalista" como en el Instituto del Cáncer, de Guillermo Payet (1938), el edificio Reiser y Curioni de Héctor Velarde (1943) o la Escuela de Ingenieros de Roberto Haaker (1945).

Otras propuestas, en cambio, se mantienen totalmente alejadas de estas disquisiciones para optar por "estilos" definidos, como el tudor en viviendas unifamiliares. Esta referencia a las posibilidades que se presentan en la arquitectura de la segunda mitad de los años treinta en Lima muestra el contexto en la cual se forma Seoane, un medio creativo que influye innegablemente en su propuesta. Si bien Seoane habría de demostrar ser un destacado arquitecto del neocolonial, sistema que dominará y en el que se desenvolverá cómodamente en los años cuarenta antes de pasar a propuestas más modernas igualmente destacables, llama la atención ver que dos primeros sus primeros proyectos profesionales, un hotel en La Punta (1940) y la Fábrica Nestlé (1941) están dentro de la corriente estilística geométrica y funcional apartada de toda alusión al lenguaje clásico de la arquitectura, lo que demuestra su versatilidad en el dominio de diversos lenguajes arquitectónicos.

De otra parte, las propuestas que recurren a inspiraciones diversas y aún aparentemente contrapuestas, como las de composición académica desprovistas de ornamentación clásica serán ejemplos que, podría considerarse, permitirían a Seoane pensar en una arquitectura que asume valores de diversas fuentes para crear una propuesta nueva, una arquitectura que es a la vez contemporánea y de raíces locales.

El proyecto para el Hotel de la Punta, de 1940, es un conjunto que prescinde de todo ornamento académico, si bien recurre a ciertos elementos compositivos clásicos como la simetría, la composición con una base, un cuerpo y un coronamiento; y utiliza arcos de ingreso, ritmos de elementos verticales que permiten evocar los de columnas clásicas, y una amplia cornisa. El edificio de la Fábrica Nestlé en Chiclayo, de 1941, por el contrario, deja toda evocación compositiva clásica para conformar un conjunto más moderno y abstracto: con un orden de volúmenes asimétrico y equilibrado, vanos de diversas dimensiones sin molduras, amplio volado y claridad de la estructura. En ambos casos se muestra un innegable dominio en el manejo de la forma, pero no será ese el camino que seguirá en sus inicios el novel arquitecto.

En el proyecto para el concurso de una casa de estudiantes en Chiclayo, Seoane propone una composición clásica, simétrica, de volúmenes definidos y ornamentaciones de inspiración en la tradición local que se reflejan en la singular composición de la portada, y en detalles como las ventanas .

Ya en este momento se puede reconocer que para Seoane los motivos coloniales o prehispánicos no serán elementos a ser directamente copiados y aplicados en modernas edificaciones, no constituyen una suerte de muestrario del que tomar elementos, sacarlos de su contexto y aplicarlos directamente en obras nuevas, sino que son elementos de un lenguaje específico que pueden ser hábilmente recreados en clave contemporánea, generando una propuesta novedosa, decidida y original a partir de la propia tradición.

Asimismo, Seoane desde sus inicios, no circunscribe sus motivos de inspiración a una determinada época o estilo con motivaciones ideológicas, reivindicativas o románticas, sino que se nutre de la amplia riqueza de formas del legado arquitectónico en el Perú para encontrar los elementos que permitan expresar una nueva propuesta creadora, una arquitectura con identidad formal local más allá de toda intención doctrinaria. Es el caso de la portada para este concurso, una composición de inspiración colonial con novedosas proporciones y donde incorpora en el entablamento elementos rectilíneos muy sutiles que permiten evocar una influencia del lenguaje prehispánico.

Es de este periodo la casa-hacienda Huando, en Huaral, al norte de Lima, iniciada en 1939 y ampliada por el mismo Seoane sucesivamente hasta 1943. Es uno de los casos más interesantes de estilo neocolonial que incluye una propuesta integral de del conjunto y cada uno de los volúmenes que la conforman: la vivienda propiamente dicha, la zona administrativa, la iglesia, los servicios y las caballerizas. Si bien el estilo neocolonial resultaría ideal para una Casa-Hacienda, Seoane lo supo aplicar con magistral dominio también en otro tipo de edificaciones y contextos como el centro histórico de la ciudad; es el caso del edificio Rizo-Patrón (1939-1940) con una tendencia neocolonial academicista en la esquina de las avenidas Garcilazo de la Vega (Wilson) y Nicolás de Piérola (La Colmena), o el anteproyecto para el Cine Colonial, de 1940-41.

De este periodo inicial son también una serie de casas unifamiliares individuales o en quinta en algunos distritos nuevos de la ciudad, principalmente en San Isidro, como el conjunto de las casas Wiese (1940-1941), las seis casas Berckemeyer (1941), las casas Montero (1941-1943) o las cuatro casas Berckemeyer (1941-1943). Una obra que, sin embargo, le dará amplio reconocimiento será la nueva iglesia de Ancón, también en estilo neocolonial, de 1944. A inicios de ese año, el 28 de enero, Seoane, que no había sustentado aún su tesis, obtuvo el titulo de Arquitecto presentando ante la Escuela Nacional de Ingenieros un expediente especial con varios de los proyectos realizados en GRAMONVEL.

A los pocos meses de su graduación, en marzo de 1944, el joven arquitecto iniciaba su actividad como profesional independiente. Desde entonces, continuará realizando una obra que habrá de pasar por diversas etapas, inicialmente con gran éxito en la propuesta neocolonial para pasar a propuestas más contemporáneas y actuales sin descuidar el valor de la tradición y la pertinencia del lugar. La Casa Luza, (1945) en el parque Hernán Velarde es un caso paradigmático de recreación de elementos coloniales para lograr un conjunto armónico y contemporáneo.

La simplicidad de las formas y la composición asimétrica de los volúmenes -que recuerda en algunos momentos los conjuntos prehispánicos- resaltan ante la presencia de elementos ornamentales como las portada o la amplia ventana de reja. El local para la Sociedad de Arquitectos (1945) en la Av. Tacna, en cambio, es una propuesta un tanto diversa y que marcará un derrotero en la producción sucesiva de Seoane. En efecto, allí se ve una fachada desprovista de toda ornamentación (salvo la portada de ingreso) donde la claridad y rotundidad del volumen, y la amplia y limpia ventana rectangular contrastan con las monumental portada de inspiración colonial y tímpano trapezoidal de innegable evocación precolombina. Aquí el lenguaje prehispánico y colonial se funden en una portada enmarcada en un edifico de meridiana y moderna claridad.

Esta relación entre modernidad y tradición local sería una vertiente importantísima en el camino que Seoane habría de seguir. Edificios en esta línea son el Tacna-Nazrenas (1945-46) en la esquina de la Av. Tacna y el Jr. Huancavelica, donde a una composición a plomo de la calle (con una curva cóncava en la esquina) de base, cuerpo y remate, incorpora el uso de los arcos a nivel del peatón, ventanas corridas en el cuerpo, y una decoración de relieves de inspiración prehispánica -pero de una contemporaneidad geométrica innegable- en el remate. De propuesta similar son el edificio Wilson (1945-1946) en la esquina de la Av. Gracilazo de la Vega y Rufino Torrico, con un coronamiento de pelícanos estilizados y tema marino de la cultura Chimú.

Desde entonces Seoane realizará una serie de proyectos que, respondiendo a un planteamiento más moderno de la arquitectura, no renuncian a aquellos elementos propios de una identidad peruana, como en el caso del edificio La Fénix (1945-1948), en la Plaza de la Salud en Lima, donde a lo detalles ornamentales geométricos de inspiración prehispánica se suman elementos como las barandas de los pasamanos basados también en temas precolombinos; el edificio La Nacional (1947-1948) en la esquina de las Avs. Emancipación y Camaná, con sus singulares portadas de inspiración colonial y ornamentación geométrica prehispánica, para llegar al Ministerio de Educación, obra emblemática (1951-1956) y punto culminante de esta línea de su producción arquitectónica.

La versatilidad en su manejo de lenguajes arquitectónicos y composiciones, permitió a Seoane desarrollar también una arquitectura de carácter más internacional sin referencias específicas a la cultura peruana y cuyo sentido de lugar viene dado no por sus referencias historicistas o culturales, sino por la manera cómo el objeto arquitectónico se ubica- en algunos casos podríamos decir se inserta, "se engasta"- en el lugar, y que se da a partir de los años 50. Primera de estas obras es sin duda el Edificio Ostolaza, en la esquina de la Av. Tacna y Huancavelica.

A diferencia del edificio Tacna-Nazarenas, cinco años anterior, que se ubica en la esquina opuesta, que consiste prácticamente en un volumen a plomo de la calle y que se relaciona con la esquina por una leve concavidad, el edificio Ostolaza es una composición de volúmenes que enfrenta el problema de la esquina a partir de dos volúmenes diferenciados, uno con frente a cada vía, y resuelve el tema de la escala peatonal creando un volumen de dos pisos, predominantemente horizontal sobre el que se levantan los bloques. Interiormente los espacios son de una riqueza inusitada, algunos de ellos de generosas alturas e integraciones espaciales.

El lenguaje formal de amplios ventanales está más bien relacionado con las propuestas de la modernidad mientras que la trama reticular a modo de celosías en las fachadas remite, según algunos críticos, a influencias brasileñas. Este esquema de composiciones asimétricas de volúmenes prismáticos, visualmente suspendidos y que cuentan con una base a escala peatonal sobre la calle, generalmente a plomo del recorrido peatonal, son una constante en una serie de proyectos, principalmente de carácter institucional, para bancos y otras entidades.

Es el caso de lo proyectos iniciales para el Ministerio de Educación (distintos a la actual propuesta simétrica y curva), el Hospital de la FAP (1951), el proyecto para el Banco Wiese (1957-1965) , los anteproyectos para el Banco de Lima (1955), el Banco Continental (1953), el Banco Comercial en el Jr. Lampa (1962-1963), algunos de los cuales incorporaron el muro cortina. Edificios de un solo volumen prismático suspendido sobre una base de dos niveles a plomo de la calle y que reflejaban una imagen de modernidad por el uso justamente del muro cortina son el edifico de Seguros El Sol (1956-1958) en la esquina de la Av. La Colmena y Jr. Camaná, el edificio NYCI (1956) en el Paseo de la República, la propuesta para el edifico Atlas en la esquina de los jirones Huancavelica y Cailloma (1954) y el proyecto para el edificio en las calles Cailloma, Camaná y Ocoña - CCO (1961), entre otros.

Pero la destreza de Seoane supera los límites de una correcta interpretación de fórmulas establecidas en la concepción de formas y espacios. Más allá del aspecto cosmopolita y tecnológico que los edificios de muros cortina podrían brindar, Seoane desarrolló algunos edificios de viviendas logrando una arquitectura en altura doméstica y pertinente, y que se ubican en la ciudad con innegable sentido de lugar. Son los edificios Diagonal en Miraflores (de planta triangular como corresponde al terreno disponible) y al edificio Residencial Limatambo, en plena esquina entre la Av. Javier Prado y Paseo de la Republica.

A más de medio siglo de su ideación, los edificios no han sido alterados por sus propietarios (expresión en buena medida de la buena arquitectura) y siguen tan vigentes como en un inicio. Proyectados en 1952 y 1953, son volúmenes que rematan a los extremos en ligeros volados con grandes paredes de vidrio y que, a diferencia del muro cortina, cuentan con un lenguaje totalmente doméstico de carpinterías metálicas y proporciones hogareñas, conformando volúmenes de gran solidez y ligereza a la vez. La enorme producción de Seoane abarcará en estos años tipologías muy variadas como residencias, colegios (son proyectos suyos los colegios León Pinelo y Santa María ), edificaciones religiosas, entre otras, todas de singular carácter y aporte al desarrollo de la arquitectura nacional. A mediados de los sesenta Seoane desarrollará una nueva propuesta formal en sus edificaciones, mucho más expresivas en el manejo de los volúmenes, la formas y los materiales.

Es el caso de edificios como el de la Cámara de Comercio de Lima (1966-1969), el Hotel Cesar's en Miraflores (1971-1974), o el edificio de la Compañía Peruana de Vapores en La Punta (1973), realizado en sociedad con Ricardo Malachowski Benavides.

Muy relacionados con estas propuestas formales son los proyectos realizados en Panamá, donde Seoane trabajó entre 1973 y 1975. Entre sus obras panameñas de encuentran, los edificios Carfa, Solymar, Torres Mariana, y el proyecto para el Hotel Sheraton. Seoane no fue sólo un excelente arquitecto, sino también un profesional comprometido con la carrera y un destacado maestro.

Fue miembro de instituciones culturales y gremiales como la Sociedad de Ingenieros, el Consejo Nacional de Urbanismo, el Instituto de Urbanismo y Planificación del Perú, en los que ocupó cargos directivos; asimismo fue jurado en diversos concursos de arquitectura, en algunos de los cuales fue designado presidente del jurado. Maestro dedicado, dictó cátedra en la Facultad de Arquitectura de la UNI y en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Federico Villarrreal.

En diversas oportunidades Seoane fue premiado por su labor arquitectónica. Pocos arquitectos en el Perú han tenido una producción tan nutrida en cantidad y calidad como Enrique Seoane Ros. Su obra es no sólo el reflejo del espíritu de una época, sino una clara disciplina en el trabajo y el desarrollo de un talento innato que ha sabido ser cultivado, es la expresión de la pasión por el trabajo bien hecho, de la posibilidad de contribuir al mejoramiento del habitat mediante la arquitectura, no sólo con soluciones prácticas y utilitarias, sino a partir de la reflexión arquitectónica.

Una reflexión que, expresada en las formas de construcciones y espacios donde transcurre nuestro cotidiano vivir, nos invitan a pensar en la pertinencia de nuestras obras, en nuestra identidad, en nuestra relación con el mundo y el tiempo, y los valores que propone, una arquitectura pertinente al lugar que evoca nuestras raíces locales sin renunciar por ello a un anhelo de universalidad, una obra que nos invita a pensar en quiénes somos, de donde venimos, y a donde vamos.

Enrique Seoane Ros falleció en Lima el 26 de julio de 1980, a los 65 años de edad.

Luis Villacorta S.
Arquitecto